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Estoy sentado en una roca, rememorando los días pasados, viendo mis huellas en el suelo, en ese suelo donde está registrada toda mi vida. Mi corazón se enturbia, se entristece, ¿sólo mis huellas?, me pregunto, ¿en qué momento solté su mano? Medio sonámbulo y embriagado por su perfume, corrí siguiendo mis huellas para ver en qué momento nos separamos. Corrí como un sediento queriendo encontrar una corriente de río, corrí como un niño perdido en un laberinto urbano que busca a su mamá, corrí desenfrenadamente y con angustia, siguiendo mis rastros; sin reconocer la distancia ni el tiempo, vi que ahí estaba Ella, la que calma la sed de mi alma, la que sin preverlo ni esperarlo –ni yo tampoco- lo alivia todo. También estaba sobre una roca, la encontré inmóvil, con los ojos cerrados, parecía dormida, inerte, como si las inclemencias del clima no le causaran ninguna reacción así haya sol o lluvia; pero su piel tenía un color vivo, se notaba que la sangre le corría por todo el cuerpo. Yo sabía que internamente su mente estaba funcionando en ese momento, como si fuese una galaxia activa en todo momento, sabía que era como un volcán que en cualquier momento despertaría echando fuego, a pesar de que su rostro ni se inmutaba.

Yo la miraba atentamente, absorto, entre complacido y confundido. Levantaba mi cabeza para ver las huellas anteriores a la roca donde la encontré sentada, y vi que en el camino dejado había seis huellas firmes, las de ambos y -fue fácil darme cuenta de quién- otras dos. Él también nos había acompañado hasta ese momento.

Pero no me sentía tranquilo, ¿por qué se detuvo?, ¿por qué luego me encontraba caminando solo? No la quise despertar pero tampoco quería seguir mi camino solo, por eso me senté junto a ella en la gran roca y me quedé un poco desconcertado y conmovido.

Quizá pasaron semanas enteras, quizá años o quizá solo unos cuantos días –el tiempo es efímero para contabilizarlo- pero ella permanecía igual. Para que mi organismo deje de sentir hambre y sed, mi cuerpo se hizo sólido como una roca. Permanecí sentado con las piernas cruzadas por buen tiempo, a veces cerraba los ojos y la imaginación me llevaba lejos (como sucede cada vez que cierro los ojos), y cuando volvía a la realidad no reconocía nada, pero de noche, cuando veía las estrellas, me percataba que Orión estaba más cerca a nosotros. En algún momento, luego de viajar por mi mente, cuando desperté, vi que la roca sobre la que estábamos sentados, se había convertido en un gran elefante que avanzaba hacia el horizonte.

Cada vez entendía menos y mi curiosidad aumentaba imperiosamente, hasta que una noche cuando me encontraba en una conexión muy real con la naturaleza, como fusionado a sus elementos- esos instantes en que sentía al viento ingresar a mis pulmones soplando mis narices, cuando sentía que la tierra se posada y asentaba en mi estómago y que mi cabeza ardía como antorcha de fuego, como un incendio en la copa de un árbol;  vi a la Gran Luna Llena y Ella se conectó conmigo, entró por mis pupilas y llenó con su resplandor todo mi cuerpo pálido, y mientras veía como la piel me brillaba, la Luna Llena me hablaba desde el orificio inferior del ventrículo izquierdo -conociendo todo lo que Yo albergaba, incluso lo que Yo mismo no conocía- y viendo mi angustia y mi necesidad de entendimiento, me dijo: “Haces bien, – cuando la Luna hablaba destellaban relámpagos en el cielo – haces bien en esperarla, porque es una forma de estar avanzando, JAH guía al elefante porque el tiempo no se detiene, pero mantén paciencia y déjate llevar, así como Elías se dejó llevar por un jamelgo en el pasado”. En ese momento se me caían las lágrimas, sin tener necesidad de llorar, sino como agradecimiento, porque no me sentía merecedor de ser testigo de la gran voz de la Luna Llena. Mi piel brillaba, sentía un fuego interno que no me quemaba, sentía un ciclón en el vientre, mis células coreaban como una sinfónica unísona y un huracán de gratitud envolvía todo mi cuerpo. Justo cuando pensaba expresarle todas mis inquietudes, pedirle consejo o explicación sobre lo que sentía, La Luna se adelantó a ese segundo previo antes de verbalizar mis ideas y continuó diciendo: ¿Has contado el número de tus días?, ¿Acaso sabes cuántos más hacen falta para cumplir tus propósitos? ¿De qué te preocupas si este recién es el Comienzo? Escucha tus latidos y no temas, hijo, hermano y compañero mío.

Nunca terminé de entender lo que me dijo, nunca supe quién era Elías, ni tampoco comprendí todo lo que me había dicho, pero sentí (aún sin comprender) que sus palabras eran sabias. Respiré hondamente, suavemente, como en el Principio, y me dejé llevar por el gran elefante de granito. Sentí mis latidos pausados, sentí individualmente y por separado el uno dos de los latidos, comprendí que ambos sumaban uno. Decidí esperar a Ella, viendo su rostro límpido, sintiendo lo que sentí al Principio, como si volviera a empezar cada día, volviendo a empezar con cada latido, y la paz y la paciencia ordenaban mis pensamientos, fluían en mi ser.

No tengo noción del tiempo, no sé cuántos días faltan para cumplir mi propósito, aún no sé cuál es realmente mi propósito y ni siquiera me conozco realmente, pero sé que esto recién empieza, lo vivo así y me siento así, como una semilla cuando brota en tierra fértil y siente el calor de los primeros rayos del sol. Esta es la naturaleza en la que vivimos y de la que somos parte, ya no hay confusión. La veo y me calmo. Todo empieza de nuevo. Punto Seguido.

Caminando con la Luna

Publicado: diciembre 22, 2010 en Personales, Prosa
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Mis pasos me han llevado lejos muy lejos, a un lugar bello, donde el tiempo pasa lento muy lento. La paciencia aquí está presente en el cielo y en la tierra, donde las nubes avanzan discretamente dibujando formas, donde los ríos no tienen apuro de avanzar, y donde las aves esperan sentadas  su comida.

Aquí me has traído, para deleite de mi alma. En este lugar respiro tranquilo. Nyahbinghi entra por mis narices y copa todos mis sentidos, llenándolos de energía viva.  Y entonando música, mis latidos suenan agradecidos por limpiar mi alma  y donarle paz a mi existencia.

Me has traído en un momento especial, para que mi alma goce de ver la plenitud de la Luna, que se sonrojó ante el Sol, Alfa y Omega, que llenó de versos mi corazón por esa mística. Y has hecho descender a la Luna. La ví en sus ojos, y me ví en sus ojos, y acompañado de la magia de su luz, siento que aprendo de mí en sus palabras.

Ahora que mis pasos vuelven junto al mar, esperaré pacientemente volver a ver a la Luna, para seguir aprendiendo de ella, con ella, en el momento que JAH disponga. Seguiré agradecido por todas las maravillas de la vida, que me llenan de Fuego. Seguiré viendo el cielo, a ver si me das nuevas señales que me hagan estar cerca a ti, JAH, que tu presencia me da Vida.

Punto Aparte.

Complementarios

Publicado: octubre 24, 2010 en Artículos, Personales, Prosa
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No existe parangón entre el día y la noche. La luz del sol nos regala una maravilla incalculable, hace brillar los ojos, calienta el corazón y despierta la mente. La luna va de la mano del silencio, de las estrellas y los sueños, esos que se pasean por el universo, en forma de pacientes latidos, sin música pero con ritmo. Pero día y noche van de la mano, para formar las estaciones, los eclipses, para bailar en círculos, y así, ser parte integral de la creación.

Son como la razón y la pasión; cuando abres los ojos todo se racionaliza, todo es revelado, la luz y los colores, las formas, las partes y el todo, hasta la sangre; cuando cierras los ojos, se abren las puertas hacia otras dimensiones, sin barreras, sin tiempo ni espacio, no hay leyes, no hay gravedad, solo pensamientos, limpios y turbios, dominados por los deseos más profundos.

Son como el hombre y la mujer, con diferentes características, cromosomas, genes y funciones, son distintos sí, pero complementarios. ¿Quién puede vivir sin ese complemento? Así el sol añora a la luna, así la razón necesita del deseo, y ese mundo subjetivo requiere una realidad que lo motive.

Todo está concebido para que nada falte y para que nada sobre, está matemáticamente sistematizado, organizado. De la semilla del manzano no crecen naranjos, las estrellas no se visualizan de día, los animales siguen su naturaleza, pero el ser humano goza de libertad, está en medio de todo, puede soñar despierto, puede dormir de día y trabajar de noche, puede calcular y comprobar las leyes de la naturaleza, puede imaginar y desarrollar cosas muy creativas, sin embargo muchas veces no logra entender los propósitos que lo llevaron a gobernar la tierra, y el porqué de esa capacidad de libertad de pensamiento. Tiene como antecedentes al tiempo, la historia le provee gran cantidad de información, lo que dicen los sabios en sus poemas, los profetas en sus elegías, los niños en su sonrisa. Pero no satisface sus dudas ni sus necesidades, no se dedica a vivir en paz con todo lo que lo rodea. ¿Hasta cuándo?

Dejemos de preocuparnos, el sol estará ahí todos los días, y la luna estará todas las noches. Siempre habrá ruidos y siempre silencio, siempre dudas y respuestas. Los intentos del hombre no quebrarán las leyes del Más Elevado. Por eso vivamos felices, respetando la naturaleza, la que no ofende, la que no adultera. Trabajemos por nuestros ideales, siguiendo ese propósito de bien, del bien sobre el mal. Cada uno desde su posición, construir lo bueno y quemar lo malo con amor y luz. Dios los bendiga. Punto aparte.

 

FUENTE: http://cayoinsider.blogspot.com/2010/07/complementarios.html

Avanzo despacio, sin apuros porque el reloj dejó de funcionar hace tiempo, ya no lo contabilizo, solo veo que un nuevo día comienza en cada amanecer, no sé cuando termina porque la Luna cierra mis ojos mientras me abriga dócilmente. Por fin respiro libertad, no ando atado a los minutos, no hay tardanza, aquí siempre es temprano. Aquí, el tiempo descansa como en el principio, duerme eterno sobre una roca bajo las profundidades del mar.
Así como el tiempo, aquella roca descansa desde siempre, ahora ha cambiado de apariencia, sin embargo sigue siendo la misma piedra, aquella donde lloró el profeta, aquella donde desperté y olvidé los malos recuerdos, peña que no pereció frente a la lluvia, quedó intacta ante la tormenta.
Así como la piedra, soy sólido, fuerte y eterno; por eso sigo mi sendero con tranquilidad, el sol alumbra aunque allá no veas su silueta, aquí está radiante, alegre como el primer día de mi nacimiento, aquí estará siempre dando calor, apartando a los abantos que sucumben confundidos queriendo tocarlo, sintiéndose más grandes, ¡pobres ilusos!
Así como el sol, mi cuerpo arde de felicidad, y si algún espectro quiere opacarlo, se consume en el fuego bondadoso que se eleva desde mis talones, rodea mi columna y cubre como antorcha mi cabeza. Soy fuego natural, no te acerques que puedes quemarte, ¿Serás como el óleo que alimenta el fuego, o como el agua que lucha por extinguirlo? Sé que el agua no puede alimentar el fuego,  pero cuando un volcán despierta, no pone resistencia, dúctil se abre paso y observa.
Así como el agua que brota de los manantiales, me siento puro, respiro profundamente y me refresco, miro alrededor y solo veo verdor. Soy como el río, los animales beben de mí y las aves se regocijan bajo mis caudales, voy creciendo mientras escalo las montañas, desciendo con fuerza como cascada y formo arcoíris en mi entorno, es un espectáculo de la naturaleza, es un regalo de Dios.
Así como el arcoíris, la vida es una conjugación de colores, de aromas, de sonidos, de sabores, todo es mágico. Se forman leyendas sobre su significado, pero nadie entiende, es mejor. Debemos disfrutar, y saber que todo es tan divino, el arcoíris es una señal, de que hay muchos caminos, muchas maneras, lo que constituye una gama de posibilidades, yo sigo caminando por el mismo sendero desde que el reloj dejó de funcionar. Mis pies llegaron por lugares donde no hay huellas, ningún humano ha probado de estos frutos, ninguno ha bebido de este manantial donde las mariposas bailan libremente sin temor de ser cazadas.
Aquí soy libre como el tiempo, me hago fuerte como la roca, se enciende el fuego de mi corazón, fluyo como el agua y respiro la magia del arcoíris, soy parte de todo. Punto Aparte.

 

Escucha mi soledad

Publicado: septiembre 8, 2010 en Personales, Prosa
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Las emociones cambian repentinamente, es algo que no podemos dominar, qué bueno fuera. Cometí el error de sentirme ajeno al sentimiento de la tristeza, estando protegido por Dios y su calor espiritual, me había olvidado que estoy hecho de carne, que no soy el único que se puede aislar, que cuando menos lo esperas, sin dar aviso, la soledad bloquea tus sentidos y se apodera de tu mente. Yo también me puedo equivocar. Una palabra puede transformar todo lo que uno ha construido, puede herir, cual saeta que atraviesa el corazón, como la trampa en la que cae el oso, así de repentina puede ser, y peor aún.  Tan solo una palabra, dueña de muchos significados, envuelta con sentimientos, se interpone ante la mesura, bofetea y aprisiona. ¿Y dónde estás, cuando más te necesito? Y aunque trate de negarlo, si hay tiempo para el dolor. Hasta recuerdo el día de mi nacimiento, lleno de sangre, sudando en llanto, lo que piensas y lo que sientes, reducido en esas lágrimas. Ahora estoy aquí, solo, con el corazón agitado y la mente vacía, dejándome llevar por el viento, llorando en silencio, con un gozo escandaloso disfrutando de esta lluvia, sin apuro y sin demora, sabiendo que pronto acabará, aunque desee lo contrario. Ahora comprendo, que este sufrimiento es una necesidad, para que el cuerpo se fortalezca, porque estas lágrimas terminarán limpiando los insumos del dolor, preparando al hombre hacia un mañana distinto. Pero no eres el único, cada día crece la soledad, la no deseada, la temida. Oh soledad, yo no te deseaba de esa forma, que incauto fui, porque fuiste grata compañía cuando respiraba el humo,  y sentía la confianza de beber de tu conocimiento, creí conocerte pero tenías otro rostro, la arrogante que se recrea en mi llanto. Eres ley inquebrantable como las estaciones del año, por eso ya no fingiré, calmado estaré pendiente de poder aprender, una vez más como hoy que volví a llorar, y que pude sonreír al final. Punto aparte.

El callejón de los infieles

Publicado: septiembre 7, 2010 en Personales, Prosa
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Todos los días una pareja nueva. Los amantes de turno, esperando una hora llena de confusión, se citan en el callejón de los infieles, boulevard de parejas abrazadas, bajo el frío canto de la noche, ojeando de vez en cuando, con el temor de ser vistos, pero con la luna contemplando su herejía.
De día nadie transita por el callejón, porque parece un lugar sin salida, una guarida de chacales contaminada con el sudor de los que no descansaron por obtener una caricia más, sellando una nueva temporada de placer oculto, ahora ya nadie murmulla, ya no está la luna, solo un señor regando sus plantas, el responsable de embellecer este lugar con gladiolos y jazmines irreales.
Pídeme la luna y te la bajaré se decían los enamorados, las mujeres ya no creen en las metáforas, son ellas las que toman la iniciativa de romper las cadenas, de burlarse de lo convencional, disfrutando en voz baja, ¿para qué quiero la luna? Que se quede en su lugar, porque si baja se acaba el festejo, porque el placer prohibido debe enterrarse bajo los gladiolos, pero debe fundirse bajo sábanas de terciopelo.
Todos los días un pareja nueva. Otra historia que contar, otro par de infieles que encontraron cobijo en el callejón, cómplices de los demás a quienes no conocen, pero con quienes comparten una conciencia apabullada y sumisa, distrayendo a la razón, siendo niños jugando con armas mortales, apurados y a contrarreloj. ¿Hasta cuándo esta mentira? No existen paralelos en la vida, el camino continúa.
Hoy cumplimos otro mes, celebremos que somos infieles, brindemos por nuestra hipocresía, mi novia nunca se enterará, mi novio está de viaje. Pasemos otra noche juntos, pero caminemos por el callejón de los infieles, no perdamos la costumbre de ocultarnos bajo la sombra, mientras observamos a los demás, otra historia que contar.
Mañana es el cumpleaños de mi hijo y mi esposa quiere que finja, fingiré bien, te presentaré como una compañera de trabajo. ¿Estás loco? Ten decencia, preséntame como tu prima. ¿Estás loca? Es mi hijo. Estamos locos y es el precio de nuestro pecado, no hay culpables fuera de nosotros, ahora no sientas compasión por tu familia, si dices preocuparte, ¿qué haces en este callejón? ¿Por qué los jazmines ya no producen su aroma?
En la mañana las personas cambian, la oscuridad es su cómplice, de día solo está el señor de las flores, regando a los únicos seres fieles de este paisaje, el jazmín no puede polinizar al gladiolo, pero el humano quiebra todas las reglas de la naturaleza, cientos de parejas disfrutan su adulterio, cientos de hogares perdieron su calor mientras la sociedad de destruye, ya nadie pide que le bajen la luna, aunque ella quiera bajar. Punto aparte.

Princesa, eres como la luna

Publicado: septiembre 7, 2010 en Personales, Prosa
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Todo empezó cuando me saludaste y me regalaste una sonrisa, aquella tarde, aquella mañana. Mi saliva aún tenía sabor a ella, a la confusión y a la pasión. Pero tu voz, me deja trémulo y con una sensación agradable, contento.
Son pocas las palabras que te antecedieron, matemáticamente eres la suma de las virtudes, geográficamente estás al norte de mis pensamientos, tus pocas palabras han sido señales de humo, recogí cada sonrisa tuya, y la redacté en 3000 caracteres.
Tus ojos. Oh tus ojos, son ciencia pura, son luna llena todos los días, son como la mañana de primavera. Tus ojos, me dirigen a Sión. Modificaron mi calendario, y me detuve a contemplarlos. Hermosos ojos, tienes una mirada que me estimula a seguir caminando en mis meditaciones cotidianas, disfrutando el Nyahbinghi.
¿Y ahora qué hago? Si cuando pienso en ti, entiendo a los poetas, recuerdo a África. Me surgen las respuestas cuando recuerdo aquella tarde, aquella mañana, aquella primera sonrisa. ¿Y ahora qué hago? Si mi reflexión debe estar acompañada de ti, ya no puedo digerir mis sueños, estoy dejando la inmadurez de andar callando, ahora prefiero escuchar mucho y hablar sin impedimentos, te describo con tres palabras escuetas, hermosa, amable, prudente.
Desde que llegaste, me gusta estar aquí. Seguiré caminando, espero sigas sonriendo, pequeña princesa. Ten presente esto, prefiero sentarme en el parque de las palomas, y evitar el ruido de noche. Punto aparte.

Teñida de rojo la conocí, mientras caminaba abrazado a mis raíces, emocionado por descubrir un camino distinto, ahí estaba ella. Su mirada coqueta me llamaba y yo correspondía. Nos olvidamos del tiempo, nos olvidamos de formalidades y del mundo. Fui a ella como un león, no quería lastimarla y mis garras la abrazaron suavemente. Bailamos juntos toda la noche, en un salón sin música ni ritmo, esa madrugada de abril me enseñó que solo bastaba permanecer callados, sin habla. Me miraba fijamente, y en ese momento desaparecimos nosotros o desaparecieron ellos, pero ella no dejaba de mirarme. Mi piel la acariciaba, mientras las aves cantaban. El alba nos saludaba, y nuestros corazones se entrelazaban; funcionando por emoción nuestros pies dibujaban constelaciones estelares y la música matutina suavizaba mis latidos. Hermoso silencio, qué lástima que no te quedes, cuando cruces la puerta no habrá más compañía que la gente desaparecida.
Quiero que la lluvia amarilla descienda, quiero que el verde pasto me caliente. ¿Dónde estás princesa de rojo? Te olvidaste de mostrarme el camino, ahora los pedregales forman murallas más altas que el Machu Picchu. Si tan solo el silencio me hablara y me mostrara el camino, no estaría mareado, subiendo y bajando, corriendo para que se me quite la sed, no estaría construyendo agujeros blancos. Ni las matemáticas me sirven. ¿Dónde estás?
Hace tres mil años no había reggae, hace mil quinientos meses Internet no jugaba con mis dedos, tampoco veinte días antes te conocía, pero desde siempre el corazón ha latido y cantado, su comunicación no tiene frecuencia ni historia. Gracias a los colores sé que el frío quema, y los peces ya no nadarán sobre el fuego porque en la naturaleza rugen leones. Mi corazón te canta y te clama, y siento que el tiempo nuevamente desaparece, ahí estás nuevamente bailando sobre las llanuras de Etiopía, descalza sin lastimar a las espinas que almidonan las nubes. Has vuelto a África para descansar bajo un árbol, espérame. Quiero abrazarte y convertirme en gaviota, surcar los cielos y respirar aire fresco, cruzar Machu Picchu. No dejes que el semáforo cambie de color, porque el tráfico comienza en verde. Cuando el tiempo paraliza te puedo ver, si Gautama no fuese educador no recordaría tu nombre, si Jesús no fuese negro mi cabello dejaría de crecer; así los días que faltan serán más limpios porque la guerra ya terminó para mí. A tu lado conocí que los ojos no mienten, a tu lado conocí que la piel no endurece el corazón, y que la vida está para vivir.
Ahora no te ocultes en el Sahara, que tu mirada traviesa me alivia dolores, y mi corazón está fundido al tuyo, gozando porque el sol brilla más de veinticuatro horas. Aliméntame con tus labios, así como la gaviota alimenta a su pichón. Ahora que apareces vestida de rojo, fabricaré melodías con el antiguo reloj de pared, me bañaré en el humo elevado de la tierra y a los desaparecidos les diré que las lágrimas no son igual al sudor, que yo león aplasto al dragón, porque en Zion no existe confusión. Ahora que mis ojos miran al sol, escribiré siete poemas cubiertos de ti, de tu perfume, porque ya sé tu nombre y los misterios de las Rosas. Punto aparte.